miércoles, 10 de agosto de 2011

La Nebulosa VI: 1 - Gravedad Prohibida.





Más que a sus hijos, los amigos, los paseos por el barrio, más aún que a su difunta mujer. Si había algo que de verdad echaba de menos el comandante Ronson allí, entre miles de estrellas, flotando a la deriva, era el contacto femenino. Y no ya en forma de cariño, cercanía o amistad, lo que de verdad echaba de menos era el sexo, puro y duro. Entregarse, animalizarse, el sudor compartido, el aliento desbocado, los latidos acompasados. El éxtasis mutuo.

Hacía más de seis meses que su expedición había partido para explorar la misteriosa Nebulosa VI, hasta entonces desconocida por el hombre. Era un viaje rutinario, sin más emoción que la de escanear el terreno y trazar mapas y rutas que, en un futuro, pudiesen servir a los navegantes que llegasen hasta ella. Al ser terreno desconocido siempre había sido temido por la Alianza, pero resultó ser el lugar más apacible de la galaxia: ni un solo agujero negro, ni un solo asteroide fuera de su ruta, ni un solo vórtice inexplicable. Los días pasaban lentos y la desesperación del comandante era cada vez mayor. Con una tripulación de apenas diez pasajeros aquella inmensa nave se había convertido en el lugar más desolador. Excepto por un detalle: la teniente Dre.

Dre era una joven teniente que acababa de terminar su instrucción en la Escuela Militar de la Alianza. Había destacado como una de las más brillantes alumnas y había superado a todos sus compañeros y compañeras en todos los aspectos de su formación. Y además era preciosa. Su largo cabello rojizo casi se fundía con los colores rojo y gris del uniforme de a bordo de la Alianza, sus ojos verdes parecían dos gemas brillantes y sus carnosos labios parecían esculpidos para el pecado. Y su cuerpo. Un cuerpo de proporciones perfectas, casi dibujadas, generoso en curvas, proporcionado y atlético. El comandante estaba loco por ella, tanto que había dado claras instrucciones de que fuese alojada a varios módulos de él y no se le permitiese el paso a su ala de la nave sin un permiso especial. No podía permitirse un escándalo con un miembro tan joven de la tripulación y menos aún en una misión oficial de la Alianza, por mucho que lo desease. Y lo deseaba con toda su alma.

Por algún motivo, Dre había conseguido el permiso, o había burlado la seguridad. Sea como fuere, de pronto estaba allí, plantada frente a la puerta de cristal del módulo del comandante. Le miraba fijamente. El ceñido uniforme de nylon no dejaba nada a la imaginación, el comandante prácticamente podía verla a través de él, advertir las curvas de sus caderas, sus prietos muslos, sus erectos pezones. La respiración de la teniente estaba acelerada. Miraba al comandante con una especie de jadeo acompasado y agotador. El comandante la mirada fijamente, intentando aparentar frialdad y fortaleza ante la situación, pero su traje tampoco pudo esconder la enorme erección que tal presencia había provocado. Como guiado por un impulso muscular, el comandante pulsó el botón rojo junto a la puerta y esta se abrió suavemente. La teniente cruzó el umbral. Ahora sus jadeos y su respiración eran audibles. Estaba sudando, se relamía. Advirtió el bulto en el traje del comandante y se acercó hacia él.

-Teniente, voy a tener que pedirle que vuelva a su puesto, no son horas de andar merodeando por la estación.

-Cállese.

Tal insolencia dejó descolocado al comandante. Jamás nadie le había hablado así. No se atrevió a reaccionar, no sabía qué hacer. Fue ese el momento que la teniente Dre aprovechó para acercarse a la consola de mando del módulo del comandante. De entre todos los botones que la componían, la teniente pulsó rápidamente uno de ellos, un pequeño botón verde situado a la izquierda del todo. El módulo entró en gravedad cero. Ambos pasajeros comenzaron a flotar sin control. El efecto de la gravedad cero acabó con las sinuosas formas de los trajes de nylon de ambos, que ahora parecían holgados pijamas llenos de aire. Esta ilusión duró hasta que Dre, con un diestro movimiento, desabrochó la parte de atrás de su traje y tiró de él con fuerza. Este se quedo como pegado en el techo. Dre estaba completamente desnuda. Sus formas al descubierto, su lago cabello alborotado por el efecto de la gravedad, sus generosos pechos alzados, sus largas piernas con todos los músculos contraídos para evitar flotar descontroladamente. Su joven y rasurado pubis, seguido hacia arriba de su firme vientre, también en tensión.

Con un certero movimiento, la teniente se asió a una barandilla del techo y tomo impulso hacia el comandante. Cuando llegó a él, con otro movimiento rápido y casi inapreciable, desabrochó también su traje, quedando expuesta la gran erección que todavía duraba. El traje del comandante salió despedido hacia arriba. No había nada que hacer, de nada servía ya resistirse, ya habría tiempo más tarde para arrepentirse o dar explicaciones de todo aquello, que por otro lado no tenía por qué salir de allí.

Dre se acerco suavemente al comandante hasta que sus cuerpos desnudos se tocaron. Sus pechos quedaron apoyados en el torso desnudo y musculado del comandante, que se asió a las caderas de la joven teniente, acercando aún más sus figuras. Sus cuerpos se acoplaron en un segundo. Un fuerte gemido de la teniente hizo las veces de pistoletazo de salida. Dre y Ronson, teniente y comandante, flotaban por la estancia con un movimiento acompasado de sus caderas, mirándose fijamente a los ojos, gimiendo y sudando a la vez, acompasando sus respiraciones, entregándose a un placer brutal, sin raciocinio, austrohúngaro.

Lo que ambos no sabían es que los sistemas de comunicación de la nave estaban activados.

CONTINUARÁ…

1 comentario:

  1. Alber, me encanta cómo te detienes en las descripciones del pene y los pezones jijiji!!

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