jueves, 15 de septiembre de 2011

Trivial


En la historia que me dispongo a contaros no importan los nombres ni los rostros, ni el espacio ni el tiempo. Ni siquiera importan las consecuencias. Lo único que importa en esta historia son los hechos.

Lo que realmente sucedió un día cualquiera en una ciudad desconocida de un país irrelevante, no importa si de día o de noche, sólo lo saben las anónimas personas que lo presenciaron en sus propias carnes, protagonistas baladíes de esta, no sabemos si alegre o triste historia.

La llevó allí deprisa. Estaba excitado. La desnudó. Observó el austrohúngaro pene erecto que surgía de entre las piernas de ella. Quiso darse media vuelta. Allí, se quedo allí. Ella tenía fuerza. Ella lo inmovilizó de un solo gesto. Su voz. Él se preguntaba por cómo habría caído en ese error. Ella le pedía una y otra vez que no se fuera. Él le rogaba que lo soltase. Se agotó de revolverse. Ella lo ató con un fular a algún objeto contundente que habría probablemente cerca. Él lloró. Él tenía miedo. Ella se escupió en las manos. Él sudaba. Ella frotó la saliva por su miembro erecto. Introdujo un dedo en el ano de él. Él reaccionó. Él volvió a gritar y a revolverse. Ella le suplicó que se tranquilizara. Él lloró. Ella introdujo poco a poco su miembro en el ano de él. Tenía fuerza. Él, después de mucho esforzarse, se dejó llevar por la impotencia. Sangró, gritó, lloró.

Cuando ella terminó, terminó todo. Ninguno de los dos se lo contó a nadie. Cómo lo sé yo es algo que tendréis que imaginar.

Cuando se volvieron a encontrar ya no existía rencor, tan sólo un leve intercambio de miradas con vergüenza y algo de comprensión. Secreto. Todo quedó en secreto.

Y ahora, ¿quién soy?

Anónimo