miércoles, 29 de diciembre de 2010

Los Patéticos Entremeses de Maese Marcos y Don Simón (4)

DE 3 EN 3

Por increíbles y fantásticas que las historias que siguen son,

en forma de verso les van a ser presentadas

esperemos sean de su gusto y queden bien justificadas.


En escena el maese, y a su lado Don simón

Que caminan alegremente por un camino boscoso

de árboles verdes y amarillos que junto al canto de los grillos

hacen el viaje más gustoso.


DON SIMÓM:

Parece que llegamos, Maese.

¿Le presta que descansemos junto a este árbol vigoroso

que de pájaros llenas tiene las ramas?

MAESE:

Por supuesto, simoncete,

que de descansar tengo ya ganas.

¿Traemos víveres suficientes para pasar aquí la tarde?

SIMÓN:

Por supuesto, buen maese.

No se alarme.


Hace aparición en escena una joven semidesnuda.

De piel blanca, ojos verdes y una cara angelada.

Una rizada melena sus pezones tapa.

Llora desconsolada, está perdida, está confusa.

No acierta a decir palabra. No acierta a dar paso firme.


SIMÓN:

¡Válgame el cielo!

Mire, maese, que doncella tan perfecta.

Ni siquiera mis palabras a describirla aciertan.

MAESE:

¡Madre de Dios, Simoncete!

Habrase visto… ¡si va hecha un Cristo!

Bien es cierto que belleza no le falta,

pero sus rotas vestiduras su hermosura empañan.

SIMÓN:

No creo que así por gusto vaya, caramba.

Mire como llora, es la pena que la embarga.


La muchacha se acerca con cierto disimulo

y al agacharse al saludar su vestido sube. Se le ve el culo.

Tersos músculos, un cuerpo casi esculpido.

Simón la mira. Hace aparición Cupido:

tocado y hundido.


MISTERIOSA DONCELLA:

Saludos, caballeros.

Perdonen que así me presente,

no es este mi vestir corriente.

SIMÓN:

Perdónenos usted, bella doncella,

que en mostrándonos sus encantos por descuido

ni el más minimo esfuerzo hemos hecho

en disimular que mirábamos sus pechos

y ese cuerpo tan bien esculpido

MISTERIOSA DONCELLA:

Por Dios, me sonrojáis.

MAESE:

¡Qué modales, Simoncete!

Lo propio es presentarse

y no al flirteo lanzarse sin apenas conocerse.

Mi nombre es Marcos, señorita.

MISTERIOSA DONCELLA:

El mío Lucía, buen señor.

De no muy lejos vengo, apenas si unas horas de camino,

pero unos brutos me sorprendieron

y en queriendo darme matarile

mis ropajes rompieron

MAESE:

¡Habráse visto!

LUCÍA:

Llevo ya un rato caminando sin saber bien donde estoy

paréceme siempre tropezar con los mismos animales.

A distinguir el camino ya no acierto,

y de tan desnuda que voy

me están entrando unos fríos garrafales.

SIMÓN:

Pues por casualidad una manta en el zurrón llevo

Austrohúngara, de grueso pelo.

El que le habla es Don Simón

A su servicio, por cierto.


Simón se acerca y a la joven con la manta cubre

Y sin querer, por debajo, le acaricia las ubres.

La muchacha se sonroja, se sonríe, se enciende

y le devuelve las manos a Simón muy sonriente.

El maese, que aunque en otra esquina, está presente

Fija los ojos en simón, que manosea a la doncella

La que hasta hace unos segundos de su mano comía

La que podía ser la primera, la que al maese estrenaría.


SIMÓN:

Maese, ¿qué os enoja?

MAESE:

¿Qué qué me enoja?

¡Que no paras!

Muchacha que conocemos, muchacha que acaparas.

Y así, Simoncete, no hay forma

LUCÍA:

¿Qué discutís, qué pasa?

Tanta espera ya me abrasa

No me dejéis así.

SIMÓN:

Mi buen maese, señorita, que los celos se lo comen.

En viéndome con usted tan acurrucado

y creyendo él estar tan bien encaminado…

Sin duda nuestro roce le ha enojado.

LUCÍA:

Oh, pero señor, que tontería

¿Acaso creen que con uno voy bien servida?

Dos hombres busco que me cubran, incluso tres si se tercia.

Aquí hay fuego para muchos, no se extrañen si se queman.

MAESE:

¿Me está diciendo, señortia

que trío es lo que busca?

LUCÍA:

O cuarteto, señor mío.

Vengo de un largo camino y mi sed nada la sacia

Traigo ya roto el vestido

¿qué más os hace falta?

¿Qué del todo me desnude y mis lindas piernas abra

aquí, bajo esta acacia?

Una es una señorita.

SIMÓN:

¡Pues vaya una gracia!

MAESE:

¿Y por turnos su sed no se sacia?

Mire que aquí Simón y yo de largo tiempo somos amigos

Pero nos gusta vernos la cara siempre bien vestidos

Yacer juntos con usted sería un gran trauma.

¿De uno en uno no se calma?

LUCÍA:

De ninguna manera, o los dos o ninguno

Que yo traigo mucha sed para un solo trago

Un solo bocado me sería muy amargo

SIMÓN:

Pues ya lo ve, maese.

Uno solo no le vale, solo en grupo le complace

MAESE:

Pues que quieres que te diga, Simoncete,

no me hace.

Y usted, linda muchacha, vergüenza debería darle.

LUCÍA:

Pues vaya un par de marineros.

En viéndoles de lejos parecían más mancebos.

Seguro que mil veces esto mismo han imaginado

Pero al verlo ya hecho, se me han acongojado.

Vaya par de cobardicas.

MAESE:

¡Ya está bien, jovencita!

Que contando que dos brutos te asaltaron viniste

Y al momento al sexo libre te lanzas.

No seré yo quien dude de tus andanzas

pero me huele a que antes nos mentiste

SIMÓN:

Recatada parecía , la muchacha

Y ha resultado ser bien suelta.

Anda, devuélvenos la manta

Y date media vuelta

LUCÍA:

Por donde vine me marcho,

Sois un par de maricones.

Bien tocais bajo la manta

Pero a la hora de yacer

Os faltan dos cojones

MAESE:

¡Cómo habla la criaja!

Anda, tira, maja


Y por donde se fue vino.

Deshizo rápido el camino que hacia ellos había trazado

Soltó la manta, desnuda quedóse

Andentrose de nuevo en el bosque y perdiose en la maleza.

El maese y Simón quedáronse confusos, sin tener la certeza

de si aquello fue sueño, realidad o una estúpida proeza.

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